Permítanme comenzar este relato presentando a mi esposa que llamaré Kim, ella es el auténtico amor de mi vida. Es una rubia menuda de pechos grandes y con el sexo muy dentro de su cabeza las veinticuatro horas del día. Kim tiene total control sobre mí, de lo cual disfruto. Mi esposa toma todas las decisiones en nuestro matrimonio. Llevamos casados bastantes años y todavía nos amamos como la primera vez que nos conocimos. Pero Kim también puede ser una de las putas más grandes que hayas conocido. El mayor problema en nuestro matrimonio es que a ella no le gusta chupar la polla ni tragar el semen y me tomó mucho tiempo acostumbrarme a que no me chupara la polla. Pero no sucedía lo mismo con su coño o su culo. Como le desagrada el semen yo podía follarla todo lo que quisiera y correrme dentro de ella, siempre que tan pronto como termináramos tenía que limpiarla. Y no me refiero a una toalla, sino a bajar y lamerle el semen que salía de su coño. Yo ya había probado mi propio semen unos años antes de conocer a Kim, así que eso no me molestaba. Lo que más me molestaba era tener un pene no muy grande, y saber que Kim quería una polla más grande que la que yo podía ofrecerle.
En una ocasión pasé por un sex shop y compré una enorme polla de goma de unos veinte centímetros de largo y unos siete centímetros de diámetro. Cuando llegué a casa esa noche, no dije nada y cuando le estaba chupando el clítoris, lo saqué de debajo de la sábana y comencé a insertarlo en su muy húmedo agujero. Entonces ella empezó a gemir como nunca la había oído y antes de que me diera cuenta se le había metido toda en el coño. Yo estaba tan contento de ver a mi esposa satisfecha que me puse muy caliente y le follaba por el culo mientras ella había agarrado la polla de goma y se estaba follando a sí misma salvajemente. No hacía más que correrse y cuando terminó, se me acercó y me dio las gracias por el mejor polvo que había tenido nunca. En un principio eso me molestó pero la entendí porque mi polla no es tan grande como a ella le gustaría.
Durante mese follamos de esa misma manera y me follé a mi esposa más con el consolador que con mi propia polla. Eso funcionó muy bien con Kim porque no le gusta el semen de ninguna manera.
Durante ese tiempo yo me masturbaba más que nunca, por supuesto que me comí a mi propio semen y a ella le encantaba verme hacerlo. Eso le daría otra oportunidad para follar. No supe esto hasta más tarde, que se había vuelto adicta a su polla de goma, y que se estaba jodiendo a sí misma con ella desde que yo me iba a trabajar y durante toda la tarde, mientras estaba sola en casa.
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