
Los ecos lejanos de Vestra
El Eco del Sol Rojo El viento del planeta Vestra no aullaba, silbaba. Era un susurro constante y arenoso que peinaba las dunas de óxido de hierro, depositando una fina capa de polvo rojizo sobre todo. Para K’zar, el silbido era la voz de su hogar, monótona y vital, como el latido lento del sol rojo que se arrastraba por el cielo bajo. K’zar no era alto para los estándares de los seres de las lunas heladas, pero era un gigante para sus crías. Se enderezó con un crujido seco en sus articulaciones, la piel terrosa y rugosa de su cuerpo absorbiendo el calor residual de las rocas. Sus ojos, dos esferas de obsidiana pulida, captaban la escasa luz con una intensidad antinatural, registrando hasta la más mínima vibración en el suelo. Llevaba siglos sin ver nada que lo asustara, pero la curiosidad, un vicio que el tiempo no había logrado erradicar, lo mantenía perpetuamente vigilante.

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