El sol de la tarde se hundía tras los picos de pizarra de la Sierra de Gata, bañando los valles en una luz ocre y melancólica. Tres excursionistas, Javier, el líder cínico; Elena, la pragmática geóloga; y Marcos, el soñador con una mochila demasiado pesada, se encontraban al final de un sendero cubierto de jaras y retamas. Habían perdido el rastro de la ruta oficial hacía horas. De repente, Javier se detuvo, levantando la mano. —Mirad. Entre la densa maleza de robles y castañ