Angela te invita a Malasaña
- Alestar29
- 17 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 14 oct
Título: Noche viva en Malasaña: el latido bohemio de Madrid Por Ángela López
Madrid nunca duerme, y si hay un barrio que encarna esa afirmación es, sin duda, Malasaña. Entre calles empedradas, fachadas coloridas y un aire rebelde que aún huele a movida ochentera, este rincón del centro madrileño se ha convertido en el epicentro de la vida nocturna alternativa. Hace unos días me sumé a un tour que promete descubrir “la otra cara de la noche madrileña”, y lo que encontré fue una mezcla perfecta de historia, modernidad y buena vibra.
Primeras paradas: sabor castizo con alma moderna
El recorrido arranca en la Plaza del Dos de Mayo, corazón del barrio y punto de encuentro de locales y turistas. Allí, el guía nos cuenta cómo Malasaña fue cuna de la resistencia durante la invasión napoleónica y, más tarde, del espíritu libertario de la Movida. En los alrededores abundan los bares de tapas y vermuterías que conservan la esencia de antaño.Comenzamos la noche en Casa Camacho, un clásico de los años 20 famoso por su “yayo”: un combinado de vermut, ginebra y sifón que levanta cualquier ánimo. El local conserva ese aire de taberna castiza donde el tiempo parece haberse detenido.
Entre copas y vinilos
A pocos pasos, el guía nos lleva a Tupperware, uno de los templos de la música indie en Madrid. Entre luces psicodélicas y paredes forradas de pósters, se sirven copas generosas y se escuchan los mejores temas de los noventa. Es el tipo de bar donde uno acaba charlando con desconocidos como si fueran viejos amigos.En la esquina de Espíritu Santo, La Vía Láctea continúa siendo un referente. Fundado en plena Movida, conserva su estética original: sofás rojos, espejos, y una pista de baile que se anima con clásicos del pop español. Su ambiente es tan ecléctico como el barrio mismo: veinteañeros, nostálgicos de los ochenta y curiosos que quieren sentir la historia viva de Malasaña.
Bocados de madrugada
Cuando el hambre aprieta, Malasaña también ofrece propuestas gastronómicas de altura. En Ojalá, con su decoración colorida y su playa interior de arena fina, sirven hamburguesas gourmet y cócteles tropicales perfectos para recargar energía. Más adelante, en la calle San Vicente Ferrer, Superchulo propone una cocina saludable con platos creativos y una atmósfera vibrante, ideal para quienes buscan algo más relajado antes de seguir la fiesta.
La despedida entre luces de neón
La noche termina —o empieza, según se mire— en 1862 Dry Bar, uno de los mejores cocteleros de la ciudad. Allí, el barman mezcla arte y precisión para crear tragos tan elegantes como el propio local. Con un “Negroni” en la mano, miro por la ventana cómo las luces de Malasaña reflejan su espíritu libre y diverso.
Salir de este barrio es como despertar de un sueño eléctrico. Malasaña no es solo un lugar para tomar una copa: es una experiencia sensorial, un homenaje a la creatividad madrileña y a la alegría de vivir sin prisas, al ritmo del siguiente tema que suene en el bar de la esquina.

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