El Dique Roto de la Contención El tocador de Madame de Valois se había sumido en un silencio tenso, roto solo por el suave susurro del satén de Marguerite mientras volvía a sentarse. El sol de la tarde había avanzado, proyectando sombras alargadas que parecían envolverla en la trama de su propio dilema. La Condesa de Villon ya no era la estratega imperturbable; era una mujer acorralada por una pasión que había usado como arma y que ahora se rebelaba. Madame de Valois, siempre